Taller Literario Alas de Papel
lunes, 17 de septiembre de 2012
Para seguir leyendo....
A Antoñito López le gustaban los
juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua, tirarse
por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos
juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía
otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del aljibe y, en
definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la
soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había
esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera.
Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el
caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas,
después una horca para los reos, después un pasamano, finalmente una serpiente.
Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la
cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás
de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos.
Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del
juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le
acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente.
Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de
serpiente maligna y retorcida que los dos hubieran podido trabajar en un circo.
Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga.”La soga parecía tranquila
cuando dormía sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de
ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y,
por último, un poco viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se le
acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos
extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire, como
los discóbolos o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a
sus movimientos: sola, se hubiera dicho, la soga saltaba de sus manos para
lanzarse hacia delante, para retorcerse mejor.Si alguien le pedía:—Toñito,
préstame la soga.El muchacho invariablemente contestaba:—No.A la soga ya le
había salido una lengüita, en el sito de la cabeza, que era algo aplastada, con
barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón.Toñito quiso ahorcar un gato
con la soga. La soga se rehusó. Era buena.¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay
tantas en el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos,
en todas partes... Toñito decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio
agua.La bautizó con el nombre Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada
movimiento, decía: “Prímula, vamos Prímula.” Y Prímula obedecía.Toñito tomó la
costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución de colocarle la
cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas.Una tarde de
diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo
que todo el mundo lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito,
cuando lanzaba la soga. Aquella vez la soga volvió hacia atrás con la energía
de siempre y Toñito no retrocedió. La cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le
clavó la lengua a través de la blusa.Así murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con
los ojos abiertos.La soga, con el flequillo despeinado, enroscada junto a él,
lo velaba.
domingo, 16 de septiembre de 2012
Ante la ley [Parábola: Texto completo] Franz Kafka
|
domingo, 5 de agosto de 2012
El hombre que contaba historias
Oscar Wilde
Había una vez un hombre muy querido de su pueblo porque contaba
historias. Todas las mañanas salía del pueblo y, cuando volvía por las noches,
todos los trabajadores del pueblo, tras haber bregado todo el día, se reunían a
su alrededor y le decían:
-Vamos, cuenta, ¿qué has visto hoy?
Él explicaba:
-He visto en el bosque a un fauno que tenía una flauta y que
obligaba a danzar a un corro de silvanos.
-Sigue contando, ¿qué más has visto? -decían los hombres.
-Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a
tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro.
Y los hombres lo apreciaban porque les contaba historias.
Una mañana dejó su pueblo, como todas las mañanas… Mas al llegar
a la orilla del mar, he aquí que vio a tres sirenas, tres sirenas que, al filo
de las olas, peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro. Y, como
continuara su paseo, en llegando cerca del bosque, vio a un fauno que tañía su
flauta y a un corro de silvanos… Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y,
como los otros días, le preguntaron:
-Vamos, cuenta: ¿qué has visto?
Él respondió:
-No he visto nada.
martes, 17 de julio de 2012
Esquina peligrosa
El señor Epidídimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiente de almacén.Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto. Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epidídimus no lo reconoció. En lugar de calles de tierra había bulevares asfaltados, y las míseras casitas de antaño habían sido reemplazadas por torres de departamentos.
Al doblar una esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombrío almacén donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años.
-Deténgase aquí. -le dijo al chofer. Descendió del automóvil y entró en el almacén. Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías, la anticuada caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadería.
El señor Epidídimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareció que retrocedía en el tiempo.
Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón:
-¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido, como siempre.
El señor Epidídimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina, y salió a hacer el reparto.
La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal.
domingo, 1 de julio de 2012
viernes, 22 de junio de 2012
Una contribución de Camilo...
LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DIAS
...
Al salir de la oficina de pasaportes, Phileas Fogg se dirigió tranquilamente a la estación, donde se hizo servir la cena. Entre otros platos, el mozo tuvo a bien recomendarle un estofado de "conejo del país" del que le hablo maravillas.
Phileas Fogg aceptó el estofado y lo degustó concienzudamente; pero a pesar de su salsa picante, le pareció detestable. Llamó al mozo.
-Señor- Le dijo, mirándolo fijamente-, ¿esto es conejo?
-Si, mylord- respondió sin vergüenza el gracioso-, es conejo de la jungla.
-¿Y no maulló este conejo cuando lo mataron?
-¿Maullar? ¡Oh, mylord! ¡Un conejo! Le juro...
-Señor- prosiguió fríamente Phileas Fogg-, no jure y recuerde esto: en otra época, en la India, los gatos eran considerados animales sagrados. Eran buenos tiempos aquellos.
-¿Para los gatos, mylord?
-Y quizás también para los viajeros.
Hecha esta observación, Mr. Fogg siguió comiendo tranquilamente.
...
Fragmento del capítulo X:
Donde Passepartout se alegra demasiado de salvarse
perdiendo un zapato
Julio Verne
jueves, 31 de mayo de 2012
así comienza...
El Hacedor
de Jorge Luis Borges
Nunca se había demorado en los goces de la memoria. Las impresiones resbalaban sobre él, momentáneas y vívidas; el bermellón de un alfarero, la bóveda cargada de estrellas que también eran dioses, la luna, de la que había caído un león, la lisura del mármol bajo las lentas yemas sensibles, el sabor de la carne de jabalí, que le gustaba desgarrar con dentelladas blancas y bruscas, una palabra fenicia, la sombra negra que una lanza proyecta en la arena amarilla, la cercanía del mar o de las mujeres, el pesado vino cuya aspereza mitigaba la miel, podían abarcar por entero el ámbito de su alma. Conocía el terror, pero también la cólera y el coraje, y una vez fue el primero en escalar un muro enemigo. Ávido, curioso, casual, sin otra ley que la fruición y la indiferencia inmediata, anduvo por la variada tierra y miró, en una u otra margen del mar, las ciudades de los hombres y sus palacios. En los mercados populosos o al pie de una montaña de cumbre incierta, en la que bien podía haber sátiros, había escuchado complicadas historias, que recibió como recibía la realidad, sin indagar si eran verdaderas o falsas.
...
Ilustración: La memoria, René Magritte
sábado, 26 de mayo de 2012
las ruinas circulares,
de Jorge Luis Borges
Preparando un cuento para el encuentro de narración oral....Elegí el tuyo y acercate a compartirlo con nosotros!! T e esperamos los sábados a las 17,30 en Alsina 206 2º A.
Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días....
viernes, 18 de mayo de 2012
Un Elefante
Ocupa Mucho Espacio
-por Elsa Bornemann-
-por Elsa Bornemann-
Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos.
Pero que Víctor, un elefante de
, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una
idea tan enorme como su
... ah... eso algunos no lo saben, y por eso se los cuento:
Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia. El elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente.
-¿Te has vuelto loco, Víctor?- le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula. -¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:
-Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras selvas...
- ¿De qué te quejas, Víctor? -interrumpió un osito, gritando desde su encierro. ¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?
- Tú has nacido bajo la lona del circo... -le contestó Víctor dulcemente. La esposa del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...
- ¿Se puede saber para qué hacemos huelga? -gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá.
- ¡Al fin una buena pregunta! -exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente... que se los forzaba a imitar a los hombres... que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...)
- Bah... Pamplinas... -se burló el león-. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres? ¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
- Sí -aseguró Víctor. El loro será nuestro intérprete -y enroscando la trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
- Los animales están sueltos!- gritaron acoro, antes de correr en busca de sus látigos.
- ¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas!- les comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
- ¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante!
- ¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! -y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
- ¡Ustedes a las jaulas! -gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
- ¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! ¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
- ¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren! ¡Rujan!
Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia. El elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente.
-¿Te has vuelto loco, Víctor?- le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula. -¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:
-Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras selvas...
- ¿De qué te quejas, Víctor? -interrumpió un osito, gritando desde su encierro. ¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?
- Tú has nacido bajo la lona del circo... -le contestó Víctor dulcemente. La esposa del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...
- ¿Se puede saber para qué hacemos huelga? -gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá.
- ¡Al fin una buena pregunta! -exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente... que se los forzaba a imitar a los hombres... que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...)
- Bah... Pamplinas... -se burló el león-. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres? ¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
- Sí -aseguró Víctor. El loro será nuestro intérprete -y enroscando la trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
- Los animales están sueltos!- gritaron acoro, antes de correr en busca de sus látigos.
- ¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas!- les comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
- ¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante!
- ¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! -y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
- ¡Ustedes a las jaulas! -gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
- ¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! ¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
- ¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren! ¡Rujan!
- ¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! - gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las manos-. ¡Nos damos por vencidos! ¿Qué quieren?
El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces el discurso que le había enseñado el elefante:
- ... Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo, y que patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras selvas... o inauguramos el primer circo de hombres animalizados, para diversión de todos los gatos y perros del vecindario. He dicho.
Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel fin de semana: en el aeropuerto, cada uno portando su correspondiente pasaje en los dientes (o sujeto en el pico en el caso del loro), todos los animales se ubicaron en orden frente a la puerta de embarque con destino al África.
Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones: En uno viajaron los tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El otro fue totalmente utilizado por Víctor... porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho, mucho espacio...
domingo, 13 de mayo de 2012
Compartimos un cuento clásico trabajado en el taller...
Excelente cuento de la narración oral; permite crear un clima que nos retrotrae a nuestra infancia! Bellísimo!!
jueves, 3 de mayo de 2012
Pequeño homenaje a Gustavo Roldán, a un mes de su partida ...
Dragón.
Gustavo Roldán ( 16 de agosto de 1935- 3 de abril de 2012)
Ilustraciones Luis Scafatti.
Buenos Aires, Sudamericana, 1997.
Amor de Dragón
Cuando los dragones se aman se desatan los maremotos, los volcanes lanzan un fuego endemoniado y los huracanes largan una furia que hace pensar que ha llegado el fin del mundo. Por eso a veces, para amarse sin molestar a nadie, vuelan hasta el cielo más alto, donde las estrellas casi están al alcance de la mano.
Y los dragones creen que el mundo queda en calma. Pero se equivocan. Entonces caen rayos y centellas, el cielo parece desplomarse con truenos aterradores, las estrellas fugaces y los cometas de largas colas luminosas corren de un lado para el otro sembrando el pavor, y los tornados enfurecidos se tragan medio mundo.
O la luna o el sol parecen borrarse lentamente en el cielo y todos dicen que hay un eclipse, dando minuciosas explicaciones de cómo la tierra se coloca entre el sol y la luna o la luna delante del sol y etcétera etcétera.
Vanas explicaciones. Las dicen los que nunca miran bien. Si mirasen bien verían claramente la figura de dos dragones que se aman y que van tapando la luz de los astros según se acerquen o se alejen.
Cada vez que alguien piense que está llegando el fin del mundo sólo tiene que abrir los ojos de mirar bien. Los ojos grandes de mirar lejos. Y no creer en tonteras. Pero eso no es nada fácil.
Maldición de Dragón
Que tengas comida hasta estar harto todos los días de tu vida. Y que vivas muchos años. Que nunca te falten ni el agua ni la luz. Que los senderos sean suaves cuando los camines. Que las espinas se aparten de tu lado. Que tus enemigos te dejen pasar sin atacarte. Que ningún dolor te hiera en el costado. Que nadie te lastime a traición. Que nadie te ofenda ni siquiera con un gesto. Que tengas todo lo que se pueda desear, por largos, larguísimos años.
Pero que te falte el amor.
Bendición de Dragón
Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés solo en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Qué nunca te falte el fuego.
Que nunca te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor, no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés solo en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Qué nunca te falte el fuego.
Que nunca te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor, no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.
ROLDAN. “Las obras tienen que ser para todos, no tiene que haber dos literaturas", decía.
domingo, 29 de abril de 2012
Cómo se puede narrar un mundo a través de la mirada de un niño?
A veces dibujando...y dejando volar la imaginación!
SÓLO DIBUJOS
Virginia del Río, escritora mexicana...
A veces dibujando...y dejando volar la imaginación!
SÓLO DIBUJOS
A
veces, los domingos son muy aburridos para un niño de sieteaños. En el cuarto de Piero había
una mesita toda cubierta de lápices de
colores y hojas de papel. Piero cerró los ojos y tomó un lápiz. Entonces miró: era
de color negro. Pero “¿qué es negro?”, se preguntó Piero. Claro: una araña. Dibujó con mucho cuidado una arañita.
Pero pasó algo muy raro: las patas de la araña se movieron muy lentamente, como
si estuviera desperezándose, y ella empezó a correr por la hoja de papel. Piero
tomó un lápiz verde y en una esquina dibujó una lagartija. La lagar-tija cobró vida y devoró a la
arañita. Piero sonrió.–Piero… ¿qué estás haciendo? –preguntó mamá desde la
cocina.–Nada, mami –dijo Piero mientras
dibujaba un elefante en la pared.
miércoles, 25 de abril de 2012
"El Día de la música”.
“Según cuentan los memoriosos, en otros tiempos el sol fue el dueño de la música, hasta que el viento se la robó. Desde entonces, para consolar al sol, los pájaros le ofrecen conciertos al principio y al fin de cada día.
Pero la música ha sido vencida. Los alados cantores no pueden competir con los rugidos y los chillidos de los motores que gobiernan las grandes ciudades. Ya no se escucha el canto de los petirrojos. En vano los escasos ruiseñores se rompen el pecho queriendo hacerse oir, y el esfuerzo por sonar cada vez más alto arruina los trinos de los mirlos y las voces de los benteveos.
Y ya las hembras no reconocen a sus machos. Ellos las llaman, virtuosos tenores, irresistibles barítonos, pero en el estrépito ellas no distinguen quién es quién, y terminan aceptando el abrigo de alas extrañas”.
EL NUEVO LIBRO DE EDUARDO GALEANO NOS INVITA A PONERLE VOZ A SUS NARRACIONES Y HACER DE LA PALABRA HABLADA, MÚSICA.
miércoles, 18 de abril de 2012
Este domingo
Los "domingos" en la casa de mi abuela comenzaban, en realidad, los sábados, cuando mi padre por fin me hacía subir al auto:
-Listo..., vamos...
Yo andaba rondándolo desde hacía rato. Es decir, no rondándolo precisamente, porque la experiencia me enseñó que esto resultaba contraproducente, sino más bien poniéndome a su disposición en silencio y sin parecer hacerlo: a lo sumo me atrevía a toser junto a la puerta del dormitorio si su siesta con mi madre se prolongaba, o jugaba cerca de ellos en la sala, intentando atrapar la vista de mi padre y mediante una sonrisa arrancarlo de su universo para recordarle que yo existía, que eran las cuatro de la tarde, las cuatro y media, las cinco, hora de llevarme a la casa de mi abuela.
Me metía en el auto y salíamos del centro.
Recuerdo sobretodo los cortos sábados de invierno. A veces ya estaba oscureciendo cuando salíamos de la casa, el cielo lívido como una radiografía de los árboles pelados y de los edificios que dejábamos atrás. Al subir al auto, envuelto en chalecos y bufandas, alcanzaba a sentir el frío en la nariz y en las orejas, y además en la punta de los pulgares, en los hoyos producidos por mi mala costumbre de devorar la lana de mi guante tejido. Mucho antes de llegar a la casa de mi abuela ya había oscurecido completamente. Los focos de los autos penetrando la lluvia se estrellaban como globos navideños en nuestro parabrisas enceguecedor: se acercaban y nos pasaban lentamente. Mi padre disminuía nuestra velocidad esperando que amainara el chubasco. Me pedía que le alcanzara sus cigarrillos, no, ahí no, tonto, el otro botón, en la guantera, y enciende uno frente a la luz roja de un semáforo que nos detiene. Toco el frío con mi pulgar desnudo en el vidrio, donde el punto rojo del semáforo se multiplica en millones de gotas suspendidas; lo reconozco pegado por fuera a ese vidrio que me encierra en esta redoma de tibieza donde se fracturan las luces que borronean lo que hay afuera, y yo aquí, tocando el frío, apenas, en la parte de adentro del vidrio. De pronto, presionada por la brutalidad de mi pulgar, una de las gotas rojas se abre como una arteria desangrándose por el vidrio y yo trato de contener la sangre, de estancarla de alguna manera, y lo miro a él por si me hubiera sorprendido destruyendo...; pero no: pone en movimiento el auto y seguimos en la fila a lo largo del río. El río ruge encerrado en su cajón de piedras como una fiera enjaulada. Las crecidas de esta año trajeron devastación y muerte, murmuran los grandes. Sí. Les aseguraré que oí sus rugidos: mis primos boquiabiertos oyéndome rugir como el río que arrastra cadáveres y casas..., sí, sí, yo los ví. Entonces ya no importa que ellos sean cuatro y yo uno. Los sábados a ellos los llevan a la casa de mi abuela por otras calles, desde otra parte de la ciudad, y no pasan cerca del río.
Hasta que doblamos por la calle de mi abuela. Entonces, instantáneamente, lo desconocido y lo confuso se ordenaban. Ni los estragos de las estaciones ni los de la hora podían hacerme extraña esta calle bordeada de acacias, ni confundirla con tantas otras calles casi iguales.
...
el tesoro de la infancia en la mano del recuerdo...
así comienza "Este domingo", maravilloso libro del escritor chileno José Donoso.
domingo, 15 de abril de 2012
La noche de los feos (Mario Benedetti)
|
jueves, 12 de abril de 2012
Y nos largamos a narrar...Llegan los talleres de narración oral!
Inicio primer ciclo: este sábado 14 de abril
...porque la voz le pone alas a las palabras atrapadas en las páginas de los libros. Se abren las jaulas y echan a volar en la voz de quienes se disponen a contar.
Las palabras zurcan espacios y abren nuevas ventanas a un mundo de imágenes dibujadas por la voz, como una música que nos remonta a nuestros más queridos recuerdos.
El taller se ofrece como una posibilidad de otorgar la palabra, reconocer el silencio y, por sobre todo, comunicarnos y reconocernos en las voces que nos pueblan.
Los esperamos!!
miércoles, 11 de abril de 2012
M.Masud R. Khan
Prólogo del libro "Locura y soledad"
Mayo de 1982
Mayo de 1982
Váyanse, dijo el pájaro:
que la especie humana no soporta mucha realidad.
T. S. Eliot, "Burnt Norton".
sábado, 7 de abril de 2012
Les contamos un poquito más acerca de
Alas de papel...
El Taller literario surge como un espacio de socialización de la lectura y la escritura. Está dirigido a un público en general que disfruta del placer de leer y pretende hacer de esta actividad una práctica transformadora, tanto para sí como para los demás. Leemos para compartir, para reconocer y reconocernos en la palabra del otro; para identificarnos en nuestra condición humana a lo largo de los tiempos, a lo ancho del mundo, en múltiples experiencias.
La literatura nace de la lectura de otros libros, de muchos otros libros. Leer se torna, entonces, esencial para pensar en la producción escrita.
Alas de papel busca resignificar la palabra y generar un espacio donde se lea, se escriba y se critique desde la revalorización de la subjetividad.
Leer, darse a leer y corregir. Compartir y difrutar son razones más que valederas para iniciar un taller literario.
La coordinadora es docente, especialista en Ciencias del lenguaje y magister en Literatura latinoamericana, con una formación y experiencia como para brindarles una orientación teórica sólida, tanto en lo referente al análisis literario como a las técnicas de escritura.
Nos encontramos todos los viernes de 18,30 a 20,30. Cada ciclo tiene una duración de 12 encuentros y los grupos son personalizados, con un máximo de seis integrantes.
No duden en consultarnos!!! Los esperamos!
miércoles, 4 de abril de 2012
Se acercan los talleres!
El viernes 13 de abril comienza el Taller Literario
y el sábado 14, el de Narración Oral
alasdepapel.cc@gmail.com.ar
los interesad@s pueden ir reservando su vacante...
los esperamos.
lunes, 2 de abril de 2012
Alejandra Pizarnik x 3
ANTES
a Eva Durrell
bosque musical
los pájaros dibujaban en mis ojos
pequeñas jaulas
extraña que fui
cuando vecina de lejanas luces
atesoraba palabras muy puras
para crear nuevos silencios
INFANCIA
Hora en que la yerba crece
en la memoria del caballo.
El viento pronuncia discursos ingenuos
en honor de las lilas,
y alguien entra en la muerte con los ojos abiertos
como Alicia en el país de lo ya visto.
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